Sociologists for Women in Society (SWS) Supports the Right to Mobilization of Women, Students, Indigenous and Afro-descendant Communities and Other Sectors of Cali, Colombia Who Called a National Strike to Oppose Unjust Laws that Deepen Social Inequalities Already Exacerbated by COVID-19
Written by SWS Member, Erika Márquez Montano of Universidad Icesi
As a professional feminist organization dedicated to promoting social justice and democratic principles, we support the right to mobilization of women, students, indigenous and Afro-descendant communities, as well as other sectors of Cali and other cities in Colombia who called on a national strike on April 28, 2021 to oppose unjust laws that deepen social inequalities already exacerbated by the COVID-19 pandemic.
Cali ranks third highest among Columbian cities in inequality indicators. Large sections of the population face difficulties in accessing health, quality education, and job security, at the same time that young people lack opportunities thus facing a future of labor precariousness and uncertainty. With the pandemic, this situation has been exacerbated. According to official statistics, many families have gone from eating 3 to 2 meals a day — which constitutes a serious indicator of growing food insecurity. Cali women, on the other hand, are overrepresented in the informal economy and bear a disproportionate burden regarding unpaid care work as well as alarming rates of gender-based violence exacerbated by the pandemic.
The social outbreak resulting from these conditions has been confronted by the government with a wave of unparalleled state repression, leading to serious human rights violations. The non-governmental organization Temblores reports alarming figures of police violence including 31 deaths and 841 arbitrary detentions up to the morning of May 4, 2021. These acts of violence especially target young people at protest points and rely on terror tactics such as cutting power and internet communications at night in order to prevent citizens from documenting the abuses. All this is in addition to a widespread climate of intolerance against protesters backed up by the documented intervention of agent provocateurs supported by the police forces. Efforts to document these situations have been compounded by the obstacles that human rights bodies face in their work to verify police violence as it was recently denounced by a United Nations verification mission that was harassed by armed mobs. At the same time, at least 10 cases of gender and sexual-based violence by security forces against women protestors have been documented.
We urge Colombian authorities to review the conditions of inequality that affect women and the population at large, including consideration to the reforms of harming laws on taxation, health, and pensions that are now being discussed in Congress. We call for the demilitarization of protest and civil life that aggravate adverse security conditions for women and youth. A peaceful agreement should be reached urgently in a way that accounts for the protesters’ demands as well as for the unrestricted respect for the physical, sexual and psychological integrity of the protesters including especially women and young people already at risk of violence and social vulnerability. We stand in solidarity with the local women’s social movement which has fiercely defied the climate of violence, leading efforts to reach solutions for the crisis. We call upon the international community to pursue all efforts for a just and peaceful resolution of this conflict which is pushing the whole country on the verge of a serious democracy breach.
Spanish Translation
Translated by SWS Member, Erika Márquez Montano of Universidad Icesi
(Sociólogas por las Mujeres en la Sociedad)
Como organización profesional feminista dedicada a promover la justicia social y los principios democráticos, apoyamos el derecho a la movilización de mujeres, estudiantes, comunidades indígenas y afrodescendientes, así como de los demás sectores de Cali y otras ciudades en Colombia que convocaron un paro nacional el 28 de abril de 2021 para oponerse a leyes injustas que profundizan las desigualdades sociales ya exacerbadas por la pandemia del COVID-19.
Cali es la tercera ciudad colombiana en indicadores de desigualdad. Grandes capas de la población enfrentan dificultades de acceso a la salud, a la educación de calidad y a la seguridad laboral, al mismo tiempo que sus jóvenes afrontan un difícil panorama de falta de oportunidades y un contexto de precariedad e incertidumbre laboral. Con la pandemia, este contexto se ha agravado. De acuerdo con estadísticas oficiales, muchas familias han pasado de consumir 3 a 2 comidas diarias, lo que se constituye en un grave indicador de creciente inseguridad alimentaria. Las mujeres de Cali, por otra parte, están sobrerrepresentadas en la economía informal y enfrentan una carga desproporcionada del trabajo de cuidado, así como alarmantes índices de violencias basadas en género agudizadas por la pandemia.
El estallido social resultante de estas condiciones ha sido confrontado por el gobierno con una ola sin precedentes de represión estatal que ha conducido a graves violaciones de derechos humanos. La organización no gubernamental Temblores reporta cifras alarmantes de violencia policial incluyendo 31 muertes y 841 detenciones arbitrarias hasta la mañana del 4 de mayo de 2021. Estos actos de violencia se dirigen especialmente a jóvenes en los puntos de protesta y se basan en tácticas de terror tales como los cortes nocturnos de energía y comunicaciones de internet para evitar que los ciudadanos documenten los abusos. Esto ocurre en conjunto con un clima de intolerancia contra quienes se manifiestan y se refleja en actos como la intervención documentada de agentes provocadores apoyados por las fuerzas policiales. Los esfuerzos por registrar estas situaciones han sido agravados por los obstáculos que enfrentan los cuerpos de derechos humanos en su trabajo de documentar la violencia policial, como fue denunciado recientemente por una misión de verificación de Naciones Unidas que fue hostigada por una turba de personas armadas. Al mismo tiempo, se han documentado al menos 10 casos de violencias de género y sexuales cometidas por la fuerza pública contra mujeres que participan en la protesta.
Exhortamos a las autoridades a revisar las condiciones de inequidad que afectan a las mujeres y a toda la población, incluida la consideración de las reformas a leyes sobre tributación, salud y pensiones que se discuten en el congreso. Llamamos a la desmilitarización de la protesta y de la vida civil que agravan las adversas condiciones de seguridad que enfrentan mujeres y jóvenes. De manera urgente debe alcanzarse un acuerdo pacífico que dé cuenta de las demandas de quienes protestan, y que permita el respeto irrestricto a la integridad física, sexual y psicológica de los manifestantes, incluyendo especialmente a las mujeres y a los jóvenes ya en riesgo de violencias y vulnerabilidad social. Nos solidarizamos con el movimiento social de mujeres local, el cual ha desafiado con fuerza el clima de violencia para apoyar los esfuerzos que permitan alcanzar soluciones a la crisis. Llamamos a la comunidad internacional a buscar todos los esfuerzos para alcanzar una resolución justa y pacífica de este conflicto que está empujando al país al borde de una grave ruptura democrática.